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En este lugar del mundo en el que contemplo las aguas del Atlántico, justo en la ubicación 30°/8’ Latitud Norte, la arena que escurre de mis dedos abre un portal en el tiempo. Mi imaginación viaja 510 años al pasado porque justo en este punto, en el año 1513, el imperio español descubrió lo que hoy conocemos como Estados Unidos.
El cronista de indias Antonio de Herrera y Tordesillas documentó que el explorador Juan Ponce de León arribó a la costa con tres veleros, procedentes de Puerto Rico, y demarcó esa posición en la playa el 27 de marzo de aquella anualidad.
El conquistador creyó que había llegado a una isla gigante. El siguiente 2 de abril desembarcó en una balsa, ascendió por la dunas y divisó una extensa planicie, a la cual llamó Florida, reclamándola a nombre de la Corona.
Para defender este hallazgo de los piratas franceses y la Armada inglesa, el gobernador Pedro Menéndez de Avilés fundó en 1565 el fuerte militar de San Agustín de la Florida, que luego se convertiría en una boyante provincia.
Sobrevivió a múltiples asedios y hoy en día, llamada Saint Augustine por los estadounidenses, es considerada la ciudad colonial europea más antigua del país y la que más tiempo ha permanecido habitada.
Estos acontecimientos son la base del atractivo turístico de una urbe que Florida quiere dar a conocer al mundo, pues el “Estado del Sol” tiene mucho más para ofrecer a los visitantes que los parques de diversiones de Orlando y las playas de Miami Beach.
Y por eso estoy aquí, cinco siglos después, contemplando las mismas dunas que maravillaron a Ponce de León cuando pisó la costa, e invitándolos a ustedes, queridos lectores, a conocer un lugar por el que vale la pena viajar.
La fuente de la eterna juventud
Dice la leyenda que una de las ambiciones de Ponce de León era encontrar la fuente de la eterna juventud. Un lugar del cual le habían hablado los indígenas de las islas caribeñas, quienes le describieron un manantial místico, cuyas aguas curaban las enfermedades y transformaban a los ancianos en pueriles versiones de sí mismos.
El explorador se consagró a la búsqueda de aquel lugar, según los cronistas españoles, con ayuda de los timucuas, una comunidad aborigen de Florida. Y fue justamente en un asentamiento de esta tribu que Menéndez erigió a San Agustín y la primera misión evangelizadora de los católicos en Norteamérica.
Esta historia, que ha pasado de generación en generación entre los agustinianos, está bellamente preservada en el Parque Arqueológico Fuente de la Juventud (Ponce de Leon’s Fountain of Youth Archeological Park Tour), un sitio obligado para los turistas en St. Augustine.
El lugar contiene vestigios de la tribu timucua y de los colonos, incluyendo réplicas de la primera iglesia cristiana fundada en EE. UU., los ornamentos y las armas. De hecho, es posible presenciar una demostración del poderío de los cañones, accionados por los expertos del parque.
Pero el plato fuerte es una corriente subterránea, de la cual emanan tres chorrillos de agua, los cuales rememoran aquel mito que Ponce buscó en el pasado. Si se lo están preguntando, claro que se permite beber de esa fuente, y cada quien tiene sus rituales particulares.
Observé visitantes que se persignaban al beber; a otros que pedían deseos o se palpaban el rostro, medio en broma y medio en serio, para ver si desaparecía alguna arruga; y a algunos más que se sumergían en largas meditaciones mientras tragaban el líquido.
Y como “a donde fueres haz lo que vieres”, a mi turno probé un sorbo con un vasito desechable. Es agua dulce y cristalina, no sé si potable, pero en el fondo deseé que me alargara la vida.
A un costado del parque arqueológico está el santuario de Nuestra Señora de la Leche y Buen Parto, que conserva reliquias de la primera capilla consagrada a la Virgen María en Norte América (1620). A diferencia de las esculturas de otras vírgenes, esta tiene un seno desnudo y se le representa amamantando al pequeño Jesús. Dicen los feligreses que simboliza la maternidad y que las madres gestantes le rezan para tener un parto saludable.
Fortalezas coloniales
Cerca del parque arqueológico también está el Castillo de San Marcos, un monumento nacional que atestigua el ingenio de los constructores españoles. Edificada entre 1672 y 1695, es una fortaleza con murallas de piedra coquina, que resistió el paso del tiempo y los cañonazos de dos asedios ingleses.
Como colombiano, es inevitable comparar la majestuosidad de su arquitectura con el Castillo de San Felipe de Barajas, construido por los españoles en nuestra Cartagena algunos años atrás (1647 a 1657).
Desde el Castillo de San Marcos se obtiene una preciosa panorámica de St. Augustine y del río Matanzas, cuya desembocadura al océano Atlántico es custodiada por otro monumento de la colonización: el Fuerte Matanzas (1742).
Se trata de una torre fortificada, que servía como puesto de avanzada para vigilar la llegada de enemigos por el costado sur del castillo. A este lugar se llega navegando en un ferry, para escuchar las anécdotas de batallas que relatan los animados guías.
El legado de un magnate
El viaje en el tiempo en St. Augustine no se agota con el mundo colonial. La ciudad también ha sabido conservar tesoros de un pasado más próximo, de finales del siglo XIX.
Y si antes el protagonista fue Ponce de León, ahora la antorcha pasa a manos de Henry Morrison Flager (1830-1913), un emprendedor neoyorkino que apadrinó decenas de obras que impulsaron el desarrollo de Florida.
Flager creó su fortuna siendo socio cofundador de la firma petrolera Standard Oil y durante un periodo de vacaciones se enamoró del “Estado del Sol”. Florida era entonces un pantanal de bellas playas y reliquias europeas, pero sin la infraestructura para atraer a los turistas.
Decidió invertir en ello y construyó el lujoso hotel Ponce de León (1888), donde hoy funciona la universidad Flager College. Fue de los primeros edificios en tener energía eléctrica constante, gracias al aporte del famoso inventor Thomas Alva Edison.
La obra ha sido conservada de forma impecable, y asombran los rimbombantes detalles de su arquitectura, con esculturas, fuentes, murales, columnas talladas, pinturas y cúpulas grabadas. Era una estancia para millonarios, sin duda, que ahora todos podemos contemplar.
Al frente de esta edificación, el magnate mandó a construir el Hotel Alcazar (1889), que actualmente es la sede del Museo Lightner, otro fantástico lugar para visitar, no solo por la arquitectura, sino por sus colecciones de arte y antigüedades, entre las que destacan un huevo fósil de dinosaurio y un león disecado que perteneció a Sir Winston Churchill, como símbolo de su victoria en la Segunda Guerra Mundial.
En sus días de gloria, el primer piso del Alcazar era inundado para convertirlo en una enorme piscina, en la cual flotaban la crema y nata de la sociedad.
Flager también patrocinó la construcción de redes ferroviarias y algunos le conceden el título de ser uno de los padres fundadores de las vecinas ciudades de Palm Beach y Miami.
Sitios mágicos y fantasmales
En mi recorrido constaté que los agustinianos son bastante amables con los visitantes. Su buen semblante combina con la tranquilidad de sus barrios, que les recomiendo recorrer en el bus turístico (Old Town Trolley), que tiene paradas en los sitios de interés.
Aunque ya estando aquí, ¿por qué no hacer ese recorrido como los antiguos marineros españoles, navegando los ríos y bahías de la ciudad? En St. Augustine Sailing, una empresa dedicada a la navegación privada, ofrecen muchas opciones de recorrido por las aguas de la región, en yates y veleros, con sabrosa comida a bordo y la relajación que produce surcar las apacibles corrientes de la bahía Camachee Cove y el río Tolomato.
Otra forma de recorrer este lugar es con la vista, desde la impresionante panorámica que ofrecen el Museo Marino y el faro de St. Augustine, el más antiguo de Florida (1874).
Para llegar a su observatorio hay que subir 219 escalones en forma de caracol, pero no es ese esfuerzo el que lo deja a uno sin aliento, sino la espectacular estampa visual de la ciudad, con su centro histórico, ríos y playas.
La lista de lugares para visitar es bastante larga. Pueden ir a degustar y ver cómo se fabrican el whisky y otros licores, en un tour por la destilería (St. Augustine Distillery); o al museo de Ripley, con 14 galerías de objetos extraños, como cabezas reducidas y animales tan exóticos que parecen de otro mundo.
A propósito, uno de los planes más famosos y al mismo truculentos en esta ciudad, son los toures fantasmales y experiencias paranormales.
Es muy común encontrarse con tiendas y agencias que ofrecen esta clase de paseos, amparados en las decenas de leyendas que acompañan a la urbe colonial más vieja de EE. UU. Luces extrañas, ruidos y apariciones, según los creyentes, hacen que visitar de noche estos sitios de los que les he hablado, sea una aventura para los más rudos.
Mi recorrido termina donde inició este relato, en la ubicación 30°/8’ Latitud Norte, donde otrora arribaron los conquistadores. Hoy se le llama Playa de Ponte Vedra y queda a 30 minutos del centro de St. Augustine.
La zona hace parte de la Reserva Nacional de Investigación Estuarina Guana Tolomato Matanzas, nombrada así por los tres ríos que bañan la región. Aquí se conservan la fauna, las dunas y paisajes que sedujeron a Ponce de León; aquí se unen el pasado y el presente, lo colonial y lo moderno, con el mar y la arena de testigos.
*Por invitación de Visit Florida.
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ANEXO 1: LUGARES PARA COMER Y PLATOS RECOMENDADOS
1). Pesca by Michael’s es un restaurante bar ubicado dentro del hotel Hyatt, cerca de la playa Vilano. Ahí les propongo probar el Peruvian steak bowl, una carne de res marinada, en trozos, deliciosa, con arroz y vegetales al vapor. Además, la vista es bellísima desde la azotea del lugar.
2). Michael’s St. Augustine ofrece un ambiente familiar y al mismo tiempo elegante. Un plato exquisito para comer allí es La chamba chicken, un pollo de textura suave, con plátanos dulces glaceados, cebolla y alcaparras.
3). Asado Life es uno de los restaurantes más bonitos, ubicado junto al río San Sebastián. También funciona como mercado de vinos, carnes y pescados. Aquí les recomiendo probar el Cotija Lime Shrimp, que se prepara con camarones rojos argentinos a la parrilla, tocino, frijoles negros estofados, arroz jazmín, mantequilla con ajo y lima, entre otros ricos ingredientes.
4). En La Cocina International Restaurant probé el plato más inolvidable de la travesía por St. Augustine: New Zealand Half Rack of Lamb, es decir, costillas de cordero de Nueva Zelanda con puré de papa y verduras asadas. Espectacular.
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ANEXO 2: UN HOTEL PARA DISFRUTAR LA CIUDAD
En el hotel Hampton Inn & Suites St. Augustine-Vilano Beach se puede tener un descanso placentero, a pocos metros de la playa. Las habitaciones son bastante amplias y el desayuno, tipo buffet, es gratuito y abundante.